miércoles, 21 de mayo de 2008

Marco Antonio Trovamala, Obra reciente


La alquimia de las cenizas
Marco Antonio Trovamala, obra reciente


Nadie testimonia por el testigo...

Paul Celan


El conjunto de obras que integra Arqueología mínima de la escritura, es la obra reciente de Marco Antonio Trovamala, propuesta plástica del quehacer humano; la escritura. Arqueología o archaios, en su acepción griega nos refiere a lo ‘viejo’ o ‘antiguo’, y en el caso de Trovamala es una búsqueda de la escritura en antiguas culturas humanas y el estudio de las manifestaciones materiales de dichas culturas, es decir la representación del signo.

El trabajo que realiza el artista puede dividirse en sucesivas fases arqueológicas, desde la obtención de datos, descripción de los mismos, análisis preliminar e interpretación para proponer al espectador una cosmovisión a través de lo escrito. La obra que hoy presenta traza la historia humana, registro de su presencia en el mundo. A la manera de los antiguo rollos de papiro pert em hru[1] egipcios, sus piezas son destacadas caligrafías, formas realmente atractivas de escribir que ha inventado el ser humano.

Pero Trovamala también pugna porque su obra se inscriba desde lo residual, restos que evocan el polvo que ha dejado la historia de la escritura y su sucesiva destrucción; cenizas en tanto que residuos reales, concretos, producidas a lo largo del tiempo y retenidos en papiros, papel, telas talladas directamente sobre la piedra o el muro.

Contempla las cenizas del lenguaje en una misma perspectiva, los vuelve objeto de estudio y realiza su concreción absoluta en la obra plástica, la palabra escrita que sirve para comunicarse con los demás, instrumento ni más ni menos que propicia la metamorfosis, esa posibilidad alquímica a través de la cual de una materia imperfecta se obtiene la esencia, allí donde lo inarticulado adquiere sentido por el pintor, heredero del conocimiento de la cofradía de los iluminadores.

Sus piezas cual cenizas brotan de esas voces emitidas desde los resquicios más pulverizados del habla, el artista ha sobrevivido para contar, para que los otros sepan. Porque quizá toda palabra y por ende toda escritura, nace como testimonio. Por esta misma razón, eso que testimonia no puede ser ya lengua es trabajo de alquimia en donde la historia, la filosofía y el poema se funden y convergen en la obra de arte.

Su pintura cual residuo que va haciéndose cada vez más imperceptible, más disuelta de representación en representación, es huella, marca o impronta que quedó de una cultura, de sus cuerpos y su signo; quizá polvo náhual, egipcio, griego, árabe, etc., que Marco Antonio Trovamala percibe como signo fijado por la oscuridad de los tiempos humanos. Fósiles que después de un tiempo salen al exterior como consecuencia de la erosión de una época, capas de hiporrelieve y de epirrelieve cuando lo que se nos muestra es solo el recubrimiento.

Imágenes de la abstracción del mundo en su total dimensión. Escritura que hurta una dimensión al mundo real y por lo mismo inaugura el poder de la ilusión, porque si bien como señala Etiemble “aunque los hombres nacen y mueren desde hace un millón de años, sólo escriben desde hace seis mil.”

Acrílicos sobre pequeños trozos de cartón son las veinticinco obras que realizo el artista para su exposición Arqueología mínima de la escritura, formatos también mínimos, -con excepción de dos magnificas piezas en formatos más generosos- porque no busca destacar con su trabajo la grandilocuencia de los materiales, ni el preciosismo de su pincel, sino el sentido íntimo, cara a cara, de fragmentos de un texto escrito por todos los hombres, y que él investiga en la forma escrita del signo y lo que representa. Construye documentos que conservan y transmiten la representación descriptiva, emblemática o simbólica de la escritura; différence et répétition en cada pieza como bien señala el pensador francés Guilles Deleuze.

Trovamala se ocupa de definir un antiguo saber y de su relación con la historia del lo humano a través de cada una de sus piezas. Propone la conformación de una entidad propia y exacta en la arqueología mínima de la escritura, enraizada en el imaginario social, pero re-convertida en signo plástico para proponer finalmente un diálogo al hombre contemporáneo con su propia genealogía.

Maria Teresa Espinosa
Ciudad de México


[1] La iluminación de manuscritos se inició en el Egipto dinástico con el Libro de los muertos. Los antiguos egipcios llamaban a estos rollos de papiro pert em hru (que aparecen por el día), se realizaban por encargo de la realeza, los nobles, los sacerdotes y sacerdotisas de los templos.

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